jueves, 21 de mayo de 2009

Daniel Calveti

Nació en Caracas, Venezuela el 29 de noviembre de 1977, y a la corta edad de cinco años comenzó a cantar y a predicar junto a sus padres. A los 12 años de edad se radicó en Houston, Texas junto a sus padres y hermanos. A los 17 años se mudó junto a su familia a Puerto Rico, e ingresó al Colegio Bautista de Caguas para culminar su Escuela Superior. Esta institución educativa, en la que participó como Líder Espiritual, le otorgó una beca de estudios. Posteriormente, ingresó a la Universidad Sagrado Corazón donde fundó el Comité de Jóvenes Cristianos (CJC).
Daniel y su familia, integrada por su amada esposa Shari, quien representa para él la mitad del propósito que Dios le ha dado, Isaac Daniel, su primer hijo, Natán Gabriel, y Daniela Grace la más pequeña, residen en Caguas, Puerto Rico. Daniel y Shari son líderes activos en la Iglesia Centro Cristiano Fruto de la Vid en Caguas, Puerto Rico, que pastorean sus padres Juan y Angélica Calveti, quienes instruyeron al joven músico en el amor de Jesús.

Daniel empezó a componer cantos para Dios como resultado del tiempo de oración y compañerismo que pasaba con Dios. “Son experiencias personales”, nos explica Daniel; “simplemente vienen a mi mente en el tiempo que estoy a solas con Él en oración”, y estos cantos han trascendido fronteras tocando corazones de personas en todo el mundo, ayudándoles a profundizar su relación con Dios. Daniel piensa que es importante enfocarnos en trabajar en el carácter del cristiano, y cree que los cambios más profundos del ser humano sólo se realizan en la intimidad con la presencia de Dios.
Actualmente, Daniel Calveti forma parte del Grupo Canzion, fundado y presidido por Marcos Witt. Daniel se ha presentado para compartir tiempos de Alabanza, Adoración y La Palabra de Dios en diferentes partes del mundo: Estados Unidos, el Caribe, Centroamérica, Suramérica y Europa.

La visión de este proyecto es presentar un “modelo devocional” tanto personal como congregacional, donde se resaltan tres etapas importantes que no deben faltar en el tiempo con Dios. La primera etapa es un tiempo de “celebración y gratitud a Dios” por lo que Él ha hecho y hará. La segunda etapa es un tiempo en donde toda la letra de las canciones está enfocada en “la necesidad que tenemos de que Dios nos ministre”. La tercera etapa es la más importante, aunque muchas veces olvidada en las congregaciones y en los devocionales personales. Aquí es
donde toda la letra de las canciones está dirigida a “ministrar el corazón de Dios”; esto quiere decir que se le rinde adoración por lo que Él es. Es en esta parte del devocional donde se le dedica toda la atención y pasión, sabiendo que “ya no se trata de nosotros, sino de Él”.